El Amor, parte III: Conciencia y Paciencia

Conciencia

De manera que, el amor no encaja, ni con el ego ni con el miedo, porque son completamente opuestos. Y otro opuesto es la ignorancia. Pero dentro de todo esto está la “conciencia”, la cual debe ser superior al criterio del ego, siempre. La conciencia aumenta a medida que la experiencia y el conocimiento aumentan. Pero alguien que nunca sale de sus 4 paredes, no amplía sus amistades, no viaja, no sale de la rutina, tiene miedo de experimentar nuevas cosas, no lee ni estudia, no se pone metas… esta persona no eleva su conciencia, sencillamente está estancada y no ha comprendido la razón de nuestra vida.

Vinimos a este mundo a aprender y a experimentar, pero si evitamos el conocimiento y los nuevos escenarios, ¿cómo se supone que vamos a avanzar? Si nos educamos más y vivimos más cosas, nuestra mente se amplía, nuestra percepción y comprensión se amplía, y nuestra conciencia se amplía. La conciencia es la que nos dicta si algo está bien o está mal, independientemente si nos han inculcado exteriormente principios morales o éticos. Es la conciencia la que nos hace tener un “sentido común” de lo que es más apto o menos apto, lo que es digno y lo que no, lo que es honrado o deshonesto, lo que es recto o injusto. Así como crecemos en comprensión y sabiduría con la nueva información y nuevas etapas, también nuestra forma de entender, vivir y expresar el amor ágape es mayor.

Por eso, aumentada la conciencia y la sabiduría, con el afecto hacia todo lo que hay dentro y fuera, no da lugar a que consintamos el mal en ninguna de sus extensiones. La injusticia es opuesta a la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? Todo aquello que es contrario a la mentira, el engaño, la ignorancia, cuyo resultado es la injusticia. ¿Qué es la injusticia? Lo que es contrario a la justicia. La justicia es hacer lo que es correcto, lo que es acertado, los que es propio, lo que es acorde a la verdad y la rectitud, lo que es medida justa y balanza justa, o sea, lo que a cada uno le corresponde. Lo injusto es dar a alguien no que no le pertenece, lo que no es suyo legítimamente o por derecho, es hacer a alguien lo que no se merece. ¿Quién puede medir eso? Dios. Pero también la conciencia y la sabiduría pueden determinarlo en cierto grado, y como resultado siempre verán que el amor es quien responde a todas las interrogantes: haz al que tienes a tu lado lo mismo que desearías que a ti te hicieran…

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Paciencia

El amor es sufriente, ya que cuando hay sentimientos sobre alguien te afecta lo que a la otra persona le afecta. Ergo, además de estos valores tan ciertos, el amor es tiempo. No puede uno plantar una semilla y esperar que crezca y de fruto al día siguiente. Es necesario, primero, preparar el terreno, segundo, sembrar, tercero, regar, y cuarto esperar. El resto del trabajo lo realiza el sol y el tiempo. Esta es la parábola donde uno hace lo que puede, su parte, y Dios hace el resto. Uno realiza las obras posibles en nuestra mano, y las que están fuera de nuestras posibilidades las hace Dios, una vez ya nosotros hemos gastado todas nuestras armas y fuerzas humanamente hábiles. En otras palabras, un milagro no tendría por qué darse entre tanto no hayamos hecho todo lo que podíamos.

Si esperamos que el fruto en la tierra esté presto para la cosecha, ¿no suponemos que vendrá ventisca, lluvia torrencial, sequedad, insectos, ladrones? ¿Seremos tan ingenuos como para dilucidar absurdamente que nada de esto ocurrirá? El amor no es ver todo bonito siempre, sino soportar y ceder durante todo el proceso. Cuando el fruto sale, entonces él mismo da fruto en sí mismo. Cuando has cubierto con buenas acciones algo o a alguien, en el debido tiempo eso dará un resultado natural, pues la persona ha sido impregnada con ese buen ejemplo, esos buenos sentimientos y esa buena educación. Ahí se resume la enseñanza de sembrar sin saber si se cosechará al final, y de predicar con el ejemplo, antes que con las palabras.

Así que el afecto real espera con ilusión, aunque el trayecto sea duro, y soporta las desavenencias, considerando sensatamente que el proceso de pulimiento es arduo y doloroso, pero tendrá un resultado óptimo al final. Mientras se riegue la planta con amor y más amor, el fruto será mucho mejor en proporción, pero esto no puede ocurrir sin darle tiempo al tiempo o con la impaciencia, ya que no podemos forzar a la naturaleza a hacer su trabajo. De la misma manera, no podemos forzar al destino a que nos capacite en 2 o 3 días, si como humanos vivimos en constante capacitación y preparación, perfeccionamiento y pulimiento, siempre. De manera que creemos en que un día el fruto saldrá y dará un resultado, amén de gozar lo trabajado, aunque no lo vemos aún con los ojos (sino en los de la mente), pues esto es también fe: aguardando en esperanza que tras una vida de sembrado en la justicia y la rectitud cosechemos la Vida Eterna.

Por consiguiente, si esto es así, no tiene porqué cambiar, como dicen Pablo y Jesús: «El amor nunca deja de ser». Es hoy, fue ayer y será mañana, porque la mecánica del universo se rige por estos parámetros. Hoy somos pequeños en conciencia, conocimiento, fe, amor y justicia, y gordos en el ego, pero en el proceso de la vida, si la vemos con el prisma adecuado, avanzaremos a la perfección, la cual seguirá aún en la Resurrección y la inmortalidad. Ese es el sentido para el cual vinimos a la existencia en este planeta: para conocer y experimentar el amor, aprender y conocer a Dios, y «entonces conoceré como fui conocido».

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