Respuesta a: La fe sin obras…
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Ricardo:
Ciertamente, el mensaje de la prosperidad que muchos han conocido de parte de esos líderes codiciosos ha tropezado abruptamente con la realidad en la vida de muchos que ahora lo cuestionan, cuando antes la alababan.
En varias ocasiones tuve la experiencia de ser cuestionado por cristianos cuando les expliqué lo de la prosperidad sin los fundamentos que esgrimen esos predicadores «asalariados» (que buscan los salarios ajenos), y entonces estas personas me afirmaron algo ofendidos por mis palabras que recibieron su trabajo y luego su vivienda y su auto porque Jesús se los había dado como bendición, para ratificar ese mensaje de la prosperidad que escucharon en sus iglesias.
Pasaron meses y algunos de ellos, por causa de la burbuja inmobiliaria tanto en Estados Unidos como en España y en Grecia, perdieron sus empleos y por consiguiente sus viviendas y de ellos algunos escondieron sus autos en estacionamientos lejos de sus direcciones habituales. Los hubo que siguieron viviendo en sus autos frente a sus viviendas que devolvieron. Se desestabilizaron por completo, junto con sus familias. Miles de cristianos dejaron de ser «prósperos» y formaron parte de las listas de los miles de desempleados y de ellos los hay que regresaron a sus países de origen.
Solo con algunos pude reencontrarme y les cuestioné sus creencias con base en esa realidad que estaban atravesando. Sus líderes les respondieron que su situación se debió a su falta de FE, aun cuando ya por meses estaban pagando sus viviendas, sus autos y sus endeudamientos con las tarjetas de crédito.
¿Qué pasó con ese mensaje de la prosperidad y con los tales pactos con Dios?
«Todo extremo es vicioso», reza esa máxima. Si bien es cierto, la pobreza, la miseria, las desigualdades y el desempleo causan no solo inestabilidad sino otras graves consecuencias. Esos resultados sin duda no son del Altísimo.
Una tenue línea divide esa realidad: ser ricos en bienes o tener todos esos bienes que nos son necesarios. Debemos ser prósperos y estables sin que esa prosperidad y esa estabilidad opaque, obnubile, desdibuje, desproporcione nuestra consciencia y nos motive a ser injustos.
Mateo reseña que Jesús dijo: «Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y (además) heredará la vida eterna» (Mat 19:29).
Marcos dejó el testimonio de las palabras de Jesús cuando dijo: «De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ————-ahora en este tiempo———-; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, ————con persecuciones———-; y ————-en el siglo venidero la vida eterna» (Mar 10:29-30 R60).
Jesús advirtió: «Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las abundancias» (Mat 6:24-25). Algunas versiones dicen «riquezas» en vez de «abundancias».
Se trata entonces de a quién SERVIMOS y con qué le servimos.
El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. (Mat 13:22 R60)
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! (abundancias). Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! (abundancias). Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico (en abundancias) en el reino de Dios. Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?» (Mar 10:23-26 R60). Ello, «¿quién, pues, podrá ser salvo?», lo dijeron entre si los que tenían riquezas, abundancias.
«A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna» (1Ti 6:17-19 R60).
«Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos» (2Co 8:13-15 R60).
«Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee».
También les refirió una parábola, que está enmarcada en Lc. 12:15-31 que pocos atienden.
Si los cristianos fuesen el «pueblo» del Altísimo, como pueblo de ese «Altísimo» no experimentarían desigualdades, pero las desigualdades inician en el mismo seno de los que se creen cristianos sin conocer al «Dios» al que le claman y sin sacar a Jesús de las páginas del «nuevo testamento».
La desigualdad es latente entre los cristianos cuando se rechazan mutuamente por no pertenecer el uno a la «iglesia» del otro.
La desigualdad se aprecia cuando prima la pastorlatría y sus parásitos que los apoyan, mientras las mayorías son siervos inútiles a la causa de Jesús. En el supuesto «pueblo
de Dios» solo se ven pedigüeños, manipuladores, cómodos calienta sillas, pero no hacedores de milagros.
Los líderes astutos venden un derecho obvio, el de la vida próspera que un seguidor de Jesús debe experimentar, y esos vendedores matizan ese derecho con la abundancia de bienes y no aclaran que los bienes le son necesarios a toda persona, sin excepción, y los seguidores de Jesús no han de ser la excepción.
La verdadera FE brilla por su ausencia en las mayorías que aducen tenerla. Confunden la FE del «carbonero», que es la esperanza, con la FE, esa que resulta del conocer la verdad y con base en ella actuar con FIRMEZA. Precisamente, en hebreo FE se dice «emuná»: FIRMEZA con base en lo escuchado (Ro. 10.17) y en lo visto por la consciencia (He. 11).
La FE sin obras está muerta. Los hay que confunden las obras enmarcadas en las 613 ordenanzas dadas a la nación de Israel con aquellas que «Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas». Esos, erradamente, para justificar su inoperancia, su parasitismo, su pereza, su comodidad, se aferran a una parte de las palabras de Pablo cuando escribió a los de Efeso: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe«, pero la astucia les impide seguir leyendo lo que Pablo a continuación escribió: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Eph 2:8-10 R60).
Pocos cristianos atienden las palabras de «Santiago», el hermano de carne de Jesús: Sant. 2.14-26.
Esas obras no se llevan a cabo sin la prosperidad que demandan, que exigen. Sin esa prosperidad es difícil desarrollar esas obras.
El seguidor de Jesús ha de ser próspero para sacar adelante esas obras, porque su ganancia ya está junto a Jesús: «El que ama su vida, la perderá (por mi causa); y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor (el «viento sagrado»). Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará» (Joh 12:25-26 R60).
FGuttmann.