Respuesta a: La rebelión de Satán

#4937
Félix Guttmann
Moderador

Holman:

Todo el embrollo que nos incumbe está relacionado directamente con la rebelión de ese ‘Querub’ llamado Satanás, entre otros apelativos que le identifican.

No había otra manera para “vencer” a Satán en su amor propio, en su orgullo, en su soberbia, tanto delante de los suyos como delante de los principados y potestades que existen al servicio del Altísimo.

Jesús anuló ese acta conformada por esos nefastos decretos que había contra nosotros, que nos era contraria; y Jesús la quitó de en medio clavándola en la cruz, mediando su cuerpo y por ende su vida. Jesús asumió –con su sacrificio y muerte- la gravísima situación en la que se encontraba la humanidad destituida del reino de los cielos. En otras palabras, Jesús pagó con su vida, en la cruz, el precio, el resultado de nuestra situación.

La cruz es en su esencia un símbolo satánico, por ello sobre este símbolo Jesús pagó con su sangre y con su vida; sobre ese símbolo de orgullo, Jesús se sacrificó por la humanidad, por aquella que lo acepte como Señor y salvador. A partir de su sacrificio, esa cruz quedó relegada a una advertencia de derrota; como símbolo del gobierno de Satán, a partir de la resurrección de Jesús, le es a Satán y a los suyos una vergüenza. El mensaje de la cruz implica –después de haber sido sacrificado en ella el Hijo de Dios e Hijo del Hombre, un mensaje de salvación, porque esa cruz –como símbolo de Satán- está muerta. Quien la exhiba en lo alto anuncia la derrota de Satán. Es semejante a exhibir en una guerra la cabeza del rey degollado. Sus soldados no tienen más opción que huir.

La muerte y la resurrección de Jesús ‘exhibieron públicamente’ a Satán como un rey derrotado en su amor propio. Ambos acontecimientos lo ridiculizaron delante de sus lugartenientes, asimismo delante de sus autoridades (‘potestades’), también ante los que gobiernan este ‘siglo’ (período de tiempo entre su rebelión y su muerte física), y delante de sus huestes “espirituales”, esos ejércitos que están a su servicio, el tal “Dragón”, hordas conformadas por sus mensajeros o soldados que manejan y manipulan las cosas creadas por del Altísimo.

Satanás fue entonces vencido en su estructura intima, derrotado en su propio símbolo de soberbia; sometido en esa cruz clavada en ese lugar, llamado ‘La calavera’ (Mt. 27.33), también llamado por la cristiandad el ‘Calvario’. Jesús de esa manera “destruyó al que tenía al imperio de la muerte, esto es al Diablo”. Ese ‘imperio’ -el de la ‘muerte’- quedó sin vigencia, sin piso, sin fundamento, al resucitar Jesús, aun cuando anteriormente las diversas resurrecciones que Jesús llevó a cabo ya le advertían a Satán de su derrota. Satán fue así ‘herido mortalmente’, no obstante con sus argumentaciones delante de los suyos se “sanó” o “revivió” (Rev. 13.3;12;14). Por ello se manifestará en los últimos días con otro símbolo, con esa marca que permitirá que la humanidad entera pueda comprar o vender
(Rev. 13.17).

Pero aún no ha sido “absorbida la muerte en victoria”. Ello ocurrirá al finalizar Jesús su reino milenial, una vez sea muerto físicamente Satán.

Satanás está intacto físicamente, como intacto está su imperio, pero ya no puede amenazar a nadie con causarle la muerte eterna, amenaza con la cual esclavizó y aun esclaviza a muchos. De ahí que es importante que Jesús nos resucite –primero ‘espiritualmente’- (Col. 3.1-4) y luego fisicamente, si morimos antes de su retorno, y que no nos resucite una religión o una denominación, por cristiana que se precie. Los que hayan sido resucitados por Cristo, y no por alguna religión o denominación que se precie de cristiana, deben buscar las cosas de arriba y al hallarlas poner la mira en ellas, y no en las de la tierra (Col. 3.1-4).

Jesús cuando dice que veía caer a Satanás del cielo como un rayo (Lc. 10.18), nos proyecta su futura y vertiginosa destrucción, que se le producirá desde el lugar donde está su sede de gobierno, el segundo cielo, y que terminará aquí sobre La Tierra.

FGuttmann.