Respuesta a: ¿Qué es la salvación?
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Dennis:
Para tratar el tema de las «maldiciones» generacionales tenemos que estudiar al menos lo esencial de la «genética». No es un tema para exponerlo con pocas palabras, por su complejidad. La «genética» (del griego antiguo γενετικός, genetikos, genetivo y este de γένεσις génesis, «origen», es el campo de la biología que busca comprender la herencia biológica que se transmite de generación en generación. El estudio de la genética permite comprender qué es lo que exactamente ocurre en el ciclo celular, (replicar nuestras células) y reproducción, (meiosis) de los seres vivos y cómo puede ser que, por ejemplo, entre seres humanos se transmiten características biológicas genotipo (contenido del genoma específico de un individuo en forma de ADN), características físicas de apariencia y hasta de personalidad.
Si tenemos en cuenta que entre seres humanos se transmiten características biológicas genotipo, características físicas de apariencia, de personalidad e incluso de cualidades artísticas, ello, esas herencias, también aportan «bendiciones» y «maldiciones» que recibieron en sus vidas los abuelos y abuelas, los bisabuelos y bisabuelas de ambos progenitores. Todo ser que procede de otros hereda de esos antecesores. Así como cada persona recibe, al ser engendrada, ciertas enfermedades «congénitas», de igual manera hereda esas «enfermedades» («maldiciones») o «bendiciones» de sus antepasados.
La Biblia reseña que Yehováh a la nación israelita en aquella ocasión les advirtió: «yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos» (Exo 20:5-6).
Es conveniente comprender el significado del término «visitar», porque claramente dice que Yehovah «visita», no se inmiscuye en las consecuencias de los malos hechos que hicieron esas personas, no solo contra sí mismas sino contra el prójimo. Esos hechos «maldadosos» que hicieron esas personas, hayan sido contra sí mismas o contra el prójimo, afectarán a sus hijos (una generación), nietos (segunda generación) y bisnietos (tercera generación) e incluso a la generación siguiente (cuarta generación) ———–pero solamente…….. «de los que le aborrecen».
Por otra parte, Yehovah hace «misericordia» a quienes le aman, pero que guardan sus mandamientos: «amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo».
Para evaluar esta advertencia es necesario deshojar lo religioso que cada quien tenga, porque esta información, la que aporta la «Biblia», no tiene relación con religión, sino con conocimientos, con la sabiduría que viene de lo alto, del Padre.
Aborrecer a Yehovah solo se logra conociéndolo. Quien no le conozca no tiene posibilidades ni de aceptarlo ni de rechazarlo. Yehovah, para el caso, se manifestó no solo a la nación de Israel, también lo hizo con Adan y Eva, con Caín y Abel, con Noé, entre otros, incluso con los egipcios, con los babilónicos y con los persas. A todos aquellos que se les manifestó les advirtió que él es «fuerte» y «celoso», y que visita la maldad de los padres, la que causará consecuencias sobre sus descendientes, que también le aborrezcan, «hasta la tercera y cuarta generación», indefectiblemente.
Ello es lo que afecta a familias enteras, pero no necesariamente ello sucede con los que «buscan sinceramente hacer la voluntad de Dios», porque el solo «buscar» con sinceridad hacer su voluntad es un indicativo contrario a «aborrecer».
Esos muchos «cristianos», que comentas que se esfuerzan por vivir «sanos», y sin embargo sus esfuerzos parecen condenados al fracaso vez tras vez y nada les sale bien en lo personal, familiar, económico, etc., experimentan esos desajustes por desconocimientos esenciales acerca de Jesús, desconocimientos que no coinciden con sus creencias que los identifica como «cristianos».
Quien crea que por decir o por sentirse «cristiano» ya logra, por mecanismo «espiritual» tipo «abracadabra», vivir «sano» en un santiamén, y como consecuencia inmediata y automática experimentar enseguida éxitos, triunfos en todos los aspectos de su vida, se equivoca de palmo a palmo.
Los cristianos suelen sustentarse en lo que se han tragado de la propaganda de sus líderes, los que les han vendido la prosperidad, si diezman y si ofrendan, si hacen «pactos con Dios», etc., y que les venden que serán sanados de todas sus «enfermedades», incluso con solo hacer la «oración de fe».
Los que dicen que sus vidas estaban bien hasta que aceptaron a Jesus y que después todo lo malo que podía pasarles les sucedió, obviamente experimentan que la propaganda recibida no coincide con la realidad. Ellos «aceptaron a Jesús» para que sus vidas inmediatamente se tradujeran en lo que les vendieron en las «iglesias».
¿Acaso Jesús es un chantajista o político que ofrece sanaciones, éxitos, triunfos, bienes, prosperidad a quienes le aceptan?
No encuentro en Jesús un político buscador de devotos que le den votos.
Muchos de los que «aceptan» a Jesús lo hacen porque sus vidas son un desastre. Otros porque se tragan entero los mensajes mentirosos de esos «predicadores» que actúan, para conseguir en sus campañas creyentes, como los políticos buscando votos. Los resultados de esos «cristianos» son evidentes, siguen batallando años con toda clase de enfermedades, acontecimientos catastróficos, familias atormentadas por todo tipo de enfermedades mentales, físicas, suicidios, alcoholismo, divorcios y pobreza, por mencionar algunos que traes a colación.
Bien que hasta ahora has empezado a entender qué es la misericordia de Dios.
Jesús trae la verdad y la reconciliación del hombre «nacido de nuevo» con el reino de los cielos. Ello se debe traducir en ser conscientes de una realidad, no en dar rienda suelta a los sentimentalismos ni en asumir posiciones contemplativas, parásitas, cómodas, místicas o religiosas.
Jesús no hace su obra con los creyentes, solo con sus obreros, con sus siervos, con los que le siguen, con aquellos que cargan sobre si su yugo, su responsabilidad, que cargan sus cruces para precisamente seguirlo, pero seguir a Jesús es imposible si estamos llenos de bienes, de euforia por un éxito o por una victoria, sin que sepamos qué es la humildad y la mansedumbre, armas que sustentan al seguidor de Jesús, que ha de enfrentarse con la verdad a esos frentes satánicos a los que ha de humillar.
Los cristianos, respeto las excepciones, no suelen tener en cuenta las palabras de Jesús, sino a los mensajes que les conviene, que les profesan sus líderes, pastores y predicadores «asalariados», esos que buscan los salarios de los demás.
Bien diáfano lo advirtió Jesús: «El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará» (Mat 10:37-41 R60).
¿Acaso los vendedores de la salvación enseñan que Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga»? (Mat 11:28-1 R60).
Definitivamente, pocos creyentes se ocupan o preocupan de buscar «primeramente el reino de os cielos»; tampoco han entendido el significado de «nacer de nuevo».
Eso es aborrecer a Dios, no buscar su reino. Eso no es hacer su voluntad.
El seguidor de Jesús no tendrá razones para quejarse en ningún aspecto, porque si carga sobre si el yugo de Jesús, con Jesús padecerá por llevar a los demas la verdad, la que hace libre a quien la conozca.
«Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga».
¿Quiere un creyente en Jesús hallar descanso para su alma o cargarla con todo ese menú que ofrecen los pastores y predicadores para conseguir adeptos fieles a sus causas?
FGuttmann.