Benoni:
El salmista David cuando recitó lo que reseña el salmos 104:4:
«El que hace a los vientos sus mensajeros, Y a las flamas de fuego sus ministros», se refirió con el vocablo ‘vientos’ (en griego ‘pneuma’) lo que del latín se entiende como ‘espíritus’.
El traductor hizo bien en no traducirlo al latín y de esa manera tenemos que esos ‘vientos’ son organizaciones obviamente conformadas por ‘adámicos’ dedicadas a servirle al Altísimo como ‘mensajeros’.
Se supone, para el caso de las «flamas», que son de ‘fuego’, así que en esa aparente redundancia David enseña que esas «flamas de fuego», esos mensajeros líderes (‘flamas’) actúan a consciencia plena (‘fuego’), por ello han sido delegadas a cargos (unciones) especiales (‘ministros’) para que precisamente ministren el poder del Altísimo según lo que comprenden.
Lo que realmente dice el Salmo 8:4-5: que ante la cruel realidad de la situación que experimenta el hombre destituido de la familia del universo, seguidor de Satán, de manera directa e incluso indirecta, «¿qué es el hombre, para que te acuerdes siquiera que existe?
¿Quién es su descendencia contaminada («el hijo del hombre»), el resultado (‘hijo’) de ese código genético corrupto (‘hombre’ mortal) ———-para que le tengas ‘misericordia (‘le visites’)?
«Le has formado (‘hecho’) ———poco menor—- que los mensajeros, y sin embargo estando en ese estado (por Jesús) le «coronaste de gloria y de honra».
FGuttmann