Sara:
Juan (Rev. 21) hace mención a la ciudad que descenderá del «cielo de Dios» a Israel.
Uno de los siete mensajeros le llevó en ese «viento» a ese «monte grande y alto» (gobierno importante y magno), y le mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, que tiene el reconocimiento (lat. «gloria») de Dios. «Y su fulgor (brillantez, esplendor) era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal».
Juan no vio en ella «templo», es decir, ninguna construcción en esa perspectiva, «porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el cordero».
Quien entonces quiera entrar en ese «templo» tendrá que «ver» al Señor Dios Todopoderoso y al cordero».
«Las naciones que hubieren sido salvas» de esa gran tribulación que se avecina sobre este mundo, «andarán a la luz (verdad) de ella; y los reyes (gobernantes) de la tierra traerán su «gloria» («reconocimiento») y honor a ella», demostrando máxima sujeción.
«Y llevarán la gloria («reconocimiento») y la honra de las naciones a ella» (Sujeción de las naciones).
«Y no habrá más maldición (en la tierra); y el trono de Dios y del Cordero estará (asentado) en ella, y sus siervos le servirán.»
«Y verán su rostro (la realidad) y su nombre (lo que significa ese organigrama) estará en sus frentes (consciencia).»
FGuttmann.