Respuesta a: Parábola: El Sembrador

#8634
Félix Guttmann
Moderador

Sara:

Es muy complejo y difícil de explicar, con pocas palabras, lo que solicitas y más si careces de la información de esos fundamentos históricos y regionalistas de esas latitudes, lo cual es comprensible, así que en cuanto al arrebatamiento se trata de un acontecimiento que estará conformado por dos eventos del cual muy pocas personas se enterarán, de cara a las siete mil millones de personas que habitan este planeta. Miles de fallecidos resucitarán, solo los que hayan muerto en «Cristo»; estos junto con los que estén vivos en ese día, causados también por «Cristo», serán sacados físicamente de este planeta y conducidos, en dos etapas, por millones de naves, a algún lugar en el espacio exterior, donde no está la influencia satánica, llamado el «desierto», donde les esperarán millones de mensajeros del Altísimo, desde luego ubicados en sus miles de sus naves. Ese acontecimiento iniciará en Israel y tipo oleaje recorrerá de oriente a occidente en pocas horas.

Todo ello en la dimensión que nos compete, la física. En la verdad lo religioso resbala y lo místico patina.

La salvación será un hecho en ese arrebatamiento para quienes gusten de su resurrección y para quienes no experimentarán la gran tribulación que se avecina sobre este planeta. Jesús al respecto advirtió «porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá» (Mat 24:21-22 R60).

Esa gran multitud la vio Juan, «la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero» (Rev 7:9-10 R60).

Para comprender Rev. 14.2 es necesario atender el contexto de la experiencia de un varón de esos tiempos, ajeno al siglo presente que entonces miró y vio allí al «Cordero» que «estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él (estaban) esos «ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente». Juan oyó una voz que definió que procedía «del cielo» y que le sonaba «como estruendo de muchas aguas». Para comprenderlo hay que evaluar cómo se escucha la caída de un torrente de aguas, para él como «sonido de un gran trueno». Esa experiencia la tuvo ese varón en el año 90 de nuestra era. Dificilmente alguien de nuestro siglo pueda expresar de otra manera lo que él oyó, incluso esa voz que explica que escuchó «como de arpistas que tocaban sus arpas.» Las personas que desconocen el talento de los arpistas y el cantar de estos de esos tiempos, tendrán que usar otros ejemplos, según la música y cantantes de su época (Rev 14:1-5 R60).

En cuanto al vers. 19, ese mensajero en particular ordenó según su misión, simbolizada por esa hoz, que se diera sobre la tierra esa «vendimia de su viña», y envió a sus «uvas», sus enviados, para que actuaran en ese escenario, el «gran lagar de la ira de Dios», o «gran tribulación», y el resultado de su actuar, el derramamiento de esas sangres, será de tal magnitud que se podría calcular tomando un caballo y poniéndolo en una recipiente y llenándolo de agua hasta que llegue a la altura donde los caballos llevan sus frenos.

FGuttmann.