Héctor:
No existen cielos de bronce o de otro metal o material. La creación del Padre la encontramos en nosotros y alrededor de nosotros. Nuestro alrededor no está limitado a la atmósfera terrestre que nos compete. No existen, por tanto, ni dos ni tres cielos, aunque por razones de referencias, por causas que nos corresponde despejar, nos proyecten diferentes cielos.
Lo escrito en Deuteronomio 28:23 es un mero comparativo que no se debe desligar del contexto.
El discípulo de Cristo no solamente debe limitarse a orar o hablar, sino a hacer lo que un discípulo en cualquier disciplina debe hacer, para el caso capacitarse debidamente para al seguir a Jesús serle de ayuda idónea, no de estorbo. Jesús necesita de obreros, eso se traduce en gente capacitada, profesional en lo suyo, no pedidores de milagros para ellos. Poco o nada hace Jesús con los creyentes, aferrados a sus sillas domingueras.
Los creyentes asumen una posición diferente de la que caracteriza a un seguidor. El seguidor, como su nombre lo dice, sigue a alguien, al paso que lleve ese que es seguido. El seguidor sabe qué hace o no la persona a la que sigue. El seguidor participa de lo que hace la persona que sigue.
El creyente es cómodo, parásito, manipulador, aparentoso, dependiente de otros, y se cree con derechos sin deberes. El creyente aparenta lo que otros semejantes a él quieren ver, mientras que el seguidor demuestra que ha formado parte de las obras que hace la persona a la cual sigue.
El creyente y el seguidor los representa Jesús en un DIEZ, pero solo CINCO participarán en las bodas del cordero.
FGuttmann.