Estimado Fernando:
Sin duda alguna que nos es de gran responsabilidad no solo leer las Escrituras sino también cuanta información que complemente lo que aporta ese compendio de historias que entrega la Biblia. Nos corresponde comprometernos con el plan del Altísimo para nuestro beneficio y que ese beneficio sea extensivo al prójimo y al entorno.
Tener la mente de Cristo es visualizar la realidad que enfrenta Cristo y actuar como lo está haciendo Cristo.
Ello se traduce en no tener mente religiosa porque la realidad que nos atañe no se debe a una religión, mucho menos a las muchas que existen que desde luego no se ponen de acuerdo entre si. Cristo no es una religión.
Cristo, lo que en realidad es Cristo, tiene una cabeza, un líder, y es Jesús, por ello le llaman Jesús el Cristo o ‘Jesucristo’. Cristo es una organización conformada por innumerables hermanos, la mayoría procedentes del reino de los cielos y otros extraídos de este mundo contaminado. Su magno dirigente es el representante del Hijo del Hombre. Nuestro hermano mayor. Tener la mente de Cristo es estar plenamente sintonizado con esa organización. Saber qué hacen, y con base en qué exactamente hacen lo que están llevando a cabo. El resultado de tener la mente de Cristo es participando en esa organización. Para ello se requiere lo obvio, lo elemental, enterarnos de lo que aporta el alimento de leche y luego avanzar a la perfección con base en alimentarnos con el alimento sólido. Todo a semejanza del proceso educativo mundial, pasar por la escuela primaria, luego por la secundaria para ir luego a la universidad o a estudios afines. Necesitamos ser como los niños, es decir, disciplinados y dispuestos a enterarnos de todo aquello que tiene que ver con nuestra realidad. Por ello Jesús instituyó el ‘nacer de nuevo’, es decir, el iniciar un estilo de vida distinto del que impone el mundo corrupto. Quien entiende ese compromiso también comprenderá que tiene una responsabilidad consigo mismo que deberá extender al prójimo: ‘ama a tu prójimo como a ti mismo te amas’. Quien se ama a si mismo es aquel que dedica su vida a atenderse, en lo moral, en lo físico, en lo intelectual, en lo ético, y que pone en acción el resultado de haber mirado por sí mismo primero para luego poder mirar por el prójimo. Quien tiene la mente de Cristo tenderá a servir a su prójimo sin apasionamientos, mucho menos religiosos, políticos o financieros. Quien tiene la mente de esa organización hará obras que hace esa organización: Cristo.
FGuttmann.
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