El Amor Parte II: Ego
En la entrada anterior tuvimos la oportunidad de reflexionar como el amor se distribuye en 3 grupos según la mentalidad griega (eros, ágape y filio) y que Pablo y Jesús enseñan que el amor no entiende de «rencor», «resentimiento» ni de odio. También vimos en la primera parte las diferencias entre la mentalidad popular y la mentalidad cristiana primitiva en contraste con el amor «filial». En esta entrada hablaremos de nuestro «yo» interior, el egoísmo y los cambios.
El Ego
La ofensa no existe si hay un estrecho vínculo. Pero entonces, ¿por qué nos ofendemos con otra persona? Porque aquel a quien mejor defendemos, a capa y espada, nos engaña, diciéndonos que nos han agredido y debemos contraatacar. ¿Y quién es ese? ¿Satán? ¿Un demonio? ¿Un espíritu? No. Nuestro ego. Es nuestro “yo” (en griego “ego”) quien nos hace creer que alguien que nos aprecia nos ha atacado o deseado ofendernos.
Si nuestro próximo (en latín “prójimo”) nos dice algo que no nos gusta, ¿significa acaso que está mintiendo? No tiene porqué serlo, entonces ¿por qué nos ofende? Porque nuestro ego nos hace creer que quieren hacernos daño, olvidando que la otra persona realmente no tiene ningún interés en hacerlo.
Sin embargo, protegemos a nuestro ego y lo defendemos como si hiciese algo beneficioso por nosotros. El ego es opuesto al amor, porque solo mira por lo suyo, es envanecido, es contencioso, es “egoísta”, es vanidoso, es presuntuoso, es orgulloso, es protagonista, es “egocéntrico”… es todo lo que no está fuera para beneficio de otros, sino lo que ensimisma al individuo para defenderle de un exterior que no pretende herirnos.
El ego es más afín al miedo, pero donde hay miedo no hay amor, porque son antagónicos. El ego te dice que afuera todo son enemigos, pero si Dios es “Todo en Todos”, entonces él que está, tanto fuera como dentro de ti, ¿es tu enemigo? No hay fuera ni hay dentro, solo hay Unidad. La división la crea nuestra mente. ¿Acaso tiene sentido que alguien que te quiere busque hacerte mal? Muchas veces un enfado con una pareja ofende más que la de un amigo, si ambos te hicieran lo mismo. Duele más el de pareja porque hay más sentimientos a flor de piel y mayor sentimentalismo, pero eso no es amor, sino emociones, parte de respuestas químicas del cuerpo, como consecuencia de reacciones cerebrales… pero es una cuestión meramente química.
Lo más obvio es que la pareja quiere más al suyo de lo que quiere a un amigo o familiar externo, por lo regular, y eso lleva a un engaño interno de que hay agravio que duele más en el círculo marital que en un círculo inmediatamente secundario. Es una mera ilusión.
¿Quién se ofende? El ego, no uno. No me ofendo yo, ni te ofendes tú ni se ofende otro, sino el ego. ¿De qué se ofende? De que agreden su integridad, pero, ¿eso es malo o bueno? El ego es un estafador y siempre nos engaña, poniéndonos en pleito con todo el mundo. Muchas veces alguien cercano tiene una crítica, ya sea constructiva o no, para decirnos, pero nuestro peor amigo, el ego, salta inmediatamente a la defensiva. Si venimos al mundo a aprender y auto-superarnos y perfeccionarnos, ¿cómo vamos a pretender sin saber en qué fallamos? Si no sé en qué yerro en el tiro al arco, ¿cómo voy a corregirme para hacerlo bien? Ver nuestras propias equivocaciones es complicadísimo, por que el ego no nos deja que le quitemos integridad, preeminencia y elogios, porque te dice que es “el mejor” y el único que está en lo cierto.
Otros, en cambio, sí ven nuestros fallos, porque no les afecta nuestro “yo” interno, sino el suyo en sus propios problemas, y para colmo, el ego de ellos les señala lo que hay fuera para no mirar lo que tiene él mismo, porque el ego no quiere cambiar. El que señala afuera rápida y deliberadamente deja claro que esconde el mismo defecto y trata de redirigir la mirada de señalamiento en otra dirección. Pero distraer la atención no elimina el problema.
Si no cambiamos nos atascamos. Nuestro ego nos hace creernos todas las cosas que otros dicen sobre nosotros y que son hirientes, pero lo lógico es que, si tienen razón, deberíamos tomar eso para aprender y corregirnos, y si no tienen razón, ¿por qué nos ofendemos? Si lo que dicen sobre nosotros no tiene nada que ver con la realidad ni nos sentimos identificados, ¿por qué iba a molestarnos? De manera que, desde un punto de vista o de otro, nuestro ego está equivocado. Una crítica externa nos puede llevar a evolucionar como personas, o, si es errónea, ver a quien la hace como quien no sabe lo que dice. ¿Íbamos a enojarnos con él si habla ignorantemente?
Frederick Guttmann
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