El Amor: ¿Qué es el Amor?
El amor del mundo es una idea inculcada en la sociedad que refiere que las personas sienten un estímulo o sensación de atracción entre ellas. No obstante, mientras hablamos de amor de forma genérica, en la mentalidad griega se especificaba al mismo en 3 grupos: eros, ágape y filio.
El concepto de amor en la mentalidad popular parte mayormente del amor Eros. El amor Eros es el pasional, por eso viene de ahí la definición de “erótico” o “erógeno”. Eros aparece primeramente como el legendario espíritu que une las polaridades, quien vincula los dos sexos en todo el mundo, el “unidor” de las polaridades en la naturaleza. Es decir, este espíritu es el que promueve este “apasionamiento” en todos los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza.
Posteriormente, ya milenios atrás, Eros es el nombre que recibe un hijo de Hermes y Afrodita, a quien atribuyen el principio de “enamoramiento”, al cual los romanos denominaron “Cupido”. Ciertamente, fue más la fama en la mitología griega que lo que realmente parece haber estado vinculado Eros con el amor pasional.
Por otra parte, el amor Ágape es el amor del “afecto”, que en griego es Agapi. En la mentalidad cristiana primitiva eran los convites que tenían los miembros de la comunidad para estrechar mejor sus lazos. ¿Y porqué tomaron esta definición? Porque engloba el cariño y el afecto, que es el amor que enseñó Jesús para tener con los hermanos en la fe y que luego se impregne en la sociedad.
El amor Filial, por su parte, es que se tiene con la familia, de ahí que “filio” sea alusivo a “hijo”. El amor filial es más acorde al sentimiento de un padre hacia un hijo, que no tiene que ver con como se ve a nivel cultural o empresarial, donde filial es una rama de una institución. Es decir, no lo ven como un sentimiento sino meramente como un “hijo” de esa comunidad o empresa.
Cuando Pablo describe el amor en 1ª Cor. 13 y Jesús a los esenios (Ev. Esenios 5:23-35), al menos en el caso de Pablo se refiere a este sentimiento como “ágape”, ¿pero cómo puede haber amor afectuoso si no hay comunión? El amor ágape se consolida con el tiempo que dos o más personas pasan juntos… por eso es ágape. Un padre ama filialmente a su hijo sin importar el tiempo o el espacio, pero el afecto y el cariño se fortalecen con el “roce”, al pasar determinado tiempo con otros, cuando chocas, tanto con sus virtudes como con sus defectos.
¿Cómo es que el aprecio y el cariño se hacen sufridos? Cuando un comando militar se acostumbra a entrenamientos, maniobras, misiones y divergencias personales, tienen discusiones, lágrimas, enojos, peleas y, a la larga, amor ágape. Ellos, aunque tuviesen sus diferencias, se acaban cuando muere un compañero en combate, y cuando está en peligro se cubren las espaldas aún a riesgo de salir heridos, morir o ser tomados como rehenes. Entre más tiempo las personas liman las asperezas que tienen, más, aún sin darse cuenta, terminan teniendo un estrecho vínculo unos con otros. Pero lastimosamente, muchas veces la persona no valora a quien tiene a su lado hasta que ya no está, y se ve forzado a hace retro-análisis.
¿Es ese sentimiento maligno? No. Demuestra claramente que es benigno, porque no quiere la desgracia para su prójimo, o sea, el que está a su lado, el que ha pasado también dificultades e incomodidades con él, con quien ha compartido muchas experiencias. A medida que ese sentimiento se hace más fuerte, con el tiempo, vemos que no hay lugar para envidias, sino que uno termina más pendiente de la salud e integridad de su compañero, muchas veces más que la de uno mismo. Es como un padre que deja de comer con tal de que su hijo no pase hambre, y si hay un pan prefiere que lo coma su hijo.
La gente sin vínculo solo piensa en quién se merecería el pan o bajo qué circunstancias quién tendría más dinero para comprarlo, pero no diría: “no importa, cómelo tú, da igual si yo muero de hambre”.
Este amor se deja ver cuando no hay interés en que decida el ego, el envanecimiento, la presunción, o como refiere Pablo, la “jactancia”. No estás pendiente de hablar tú, para ser protagonista y hacerte el interesante, sino que te importa más escuchar a la otra persona. Antes de importarte que te presten atención a ti, tú estás atento de las necesidades que pueda tener tu amigo/a.
Cuando esto crece, no da lugar a que alguien se cierre en sus propios criterios y razonamientos, haciendo esto perene, superior o más relevante que la lógica común o el beneficio del compañero. Alguien obtuso no muestra este amor, porque no se abre a la sensatez sino a sus propios argumentos, como si pleitease con un enemigo en un tribunal, donde solo importa quién tiene la razón o quien se sale con la suya.
Este tipo de amor actúa en conformidad a lo que debe hacerse, lo que es más apropiado. Se centra antes en la necesidad del otro y luego en la propia. Aguanta la ira o la desecha, porque el afecto, el aprecio y el cariño son más fuertes. Pero sobre todos estos, el amor, como Pablo y Jesús enseñan, «no guarda rencor». Donde hay resentimiento el amor no está presente, no hay amor de Dios en las ramificaciones del odio. Es admisible que alguien esté herido con su prójimo por un mal que le haya causado, pero cuando el verdadero amor llena a la persona, enfoca las cosas de una manera distinta y bajo otro prisma, decididamente objetivo.
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Frederick Guttmann
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